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09/08/2017 (actualizado: 24/05/2023)

Una mirada diferente a una ciudad que crece

 

Carlos J H nos contó una anécdota verdaderamente asombrosa. Nos pareció sorprendente, una historia divertida que a veces tomaba carácter de humor negro.

Corría un día de 1999, cuando alguien justo en el bordillo de la acera levantó un bastón, se trataba de una persona invidente que solicitaba un taxi. Me acerqué, salí del taxi y le ayudé a entrar en el coche, pero antes de hacer ningún movimiento me hizo una pregunta bastante enigmática.
- ¿Hace cuántos años lleva en Madrid?
- De toda la vida, nací aquí.
- ¿Y cuántos años lleva de taxista?
- Casi 25 años…
A él le pareció buena contestación a tenor de la sonrisa que puso y entró en el coche. Una vez que yo ya me puse al volante le pregunté a dónde quería ir y la contestación me dejó mudo.
- Lléveme a ver la ciudad.
Ustedes comprenderán mi asombro. Yo sé que mucha de esta gente es muy graciosa y como chiste me parecía bien, pero que ya me encargara una cerrera en esas condiciones…, vamos, estaba totalmente ofuscado.
- Perdone señor, pero no le entiendo.
- Lo he dicho bien claro ¿no?. Por favor, lléveme a ver la ciudad para ver si ha cambiado mucho. Llevo ya 20 años con este problema en la vista y quiero ver como ha evolucionado mi ciudad. .
- ¿Y cómo se va a dar cuenta de cuánto ha cambiado?
- Usted me dijo que era de Madrid y me imagino que debe conocer muy bien su historia siendo, además, taxista.

Razón no le faltaba al hombre, pero yo creía que era mejor que fuera con alguien de su familia y así se lo hice saber.
- Mire usted, solo tengo una sobrina de muy pocas palabras, muy buena chica, eso si, pero que solo me acompaña para ir al Teatro Real y cosas así. No tiene mucho tiempo y me ha dicho que eso de ver la ciudad es una tontería.
El buen hombre debía de pasar ya de los 60 años. O sea, que a los 40 fue cuando tuvo su enfermedad, que le ocasionó la ceguera, con lo que podía tener una imagen bastante clara de la ciudad.

Me inventé una ruta por el Madrid de los scalextric. Mi primera parada fue, obviamente Atocha, donde se encontraba el scaletrix que se desmanteló años atrás.
- Pues mire usted que era feo y contaminaba a toda la plaza. No puedo ver cómo queda ahora, pero me imagino que más o menos como antes de su fatídica construcción.
- Ahora está preciosa, y la estación de tren, magnífica, incluso construyeron un entorno con jardín tropical
- Si, ya lo sabía, lo vi cuando viajé a Sevilla en el AVE en la Expo del 92, comentó.

Le miré por el retrovisor y vi que sonría.

- Bueno, la vi a mi manera no se vaya a creer que le estoy tomando el pelo....

Seguimos por la Castellana y me contó sobre todos los palacetes que se habían ido derribando desde los años 50 cuando entró la fiebre por el ladrillo. En un momento dijo:
- Había más palacetes en la Castellana que freidurías en la calle Fuencarral. ¿Y ahora cuantas freidurías quedan? Añadió.
- Con lo que a mí me gustaban, dije.
Y me quedé pensando con nostalgia: ya no queda ni una.

Como iba hablando, llevaba el coche a muy baja velocidad para que mi viajero pudiera sentir la ciudad, un coche tocó el claxon para llamarme la atención ya que estaba entorpeciendo la circulación, y a ráiz de ello comenzamos a hablar largo y tendido de todos los coches que yan han pasado a ser objeto de colección, y de los coches quie se fabricaban ahora.

Nos dirigimos al scalextric de Cuatro Caminos. Otro scalextric desmontado años más tarde.
- Cuantas atrocidades se cometieron en aquellos tiempos, Lo bueno es que los scalextrc han pasado y pasarán a mejor vida. Y eso que nos parecía lo más en aquella época.

Mi viajero añadió:
- Si, así es, y nos olvidamos del scalextric del Paseo de Santa María de la Cabeza, que vi inaugurar en 1971, dado que yo vivía muy de cerca allí. Me pareció horroroso desde el principio. Otro que tendrá que pasar a mejor vida. Desmantelamiento que también se llevó a cabo años después.

Le pregunté qué adonde íbamos después de haber realizado todas las visitas por lo escalextrics de Madrid,y me indicó,
- Ahora lléveme a ver Torres Blancas, que como sabe usted, ni son torres ni son blancas. Se quedaron sin dinero y no pudieron hacer la segunda torre proyectada y tampoco pudieron dar ese tono blanquecino, quedándose por ello en cemento a la vista.

Parecía que conocía bien sobre el tema. Cuando pasamos por Torres Blancas. Dijo que siguiéramos un poco más por la carretera de Barcelona, hacia el edificio de la Pagoda porque para el, supuso una barbariie en contra del buen gusto, el sentido común y la excelencia arquitectónica: su reciente derribo.

- ¿Sabe usted que mucho arquitectos y personas de la calle no quieren mirar lo que han construido en vez de la Pagoda? Se les nubla la vista. Igual que a mi.

Esta carrera me llamó mucho la atención, ni que decir tiene que tuvo un gran efecto en mí y sobre todo en mi manera de ver mi ciudad. Desde entonces me fijo mucho más en todos aquellos detalles que la componen –y no me refiero únicamente a monumentos, sino a una casa graciosa, una calle con encanto, una placita ignota- porque las freidurías de la calle Fuencarral, esas sí que no volverán, etc...

Nueva llamada a la acción