George Bernard Shaw, un escritor irlandés, y mi abuela decían que la juventud es una enfermedad que se cura con los años. Al volante, como en la vida, esta enfermedad es la de ser menos prudente, más torpe (sin admitirlo), más arriesgado y más falsamente seguro de sí mismo.
Esto se traduce en que los jóvenes, por el mero hecho de ser jóvenes y llevar todo el paquete de caracteres nombrados, tienen todas las papeletas de darse más piñazos con el coche que los cuarentones y cincuentones.
Pero esto no son sólo teorías sino que lo dicen los datos. La probabilidad de accidente grave es mayor en los jóvenes que en los mayores. Esta probabilidad de siniestro se mide como la relación entre los siniestros producidos y registrados (los piñazos de los más jóvenes) y el total de vehículos (los choques de todos los conductores independientemente de su edad). Es decir, esta probabilidad describe en qué medida son muchos, o pocos, los jóvenes en relación con el número total de vehículos que pudieron tener dichos accidentes.
La probabilidad de siniestro se mide como la relación entre los siniestros producidos y registrados y el total de vehículos
La probabilidad de accidente de los conductores entre 18 y 35 años es superior a la de los conductores de más edad. La probabilidad de sufrir un accidente grave siendo un conductor muy joven (hasta 28 años) es aún mayor. La probabilidad de que un conductor de 18 años tenga un accidente grave es casi 4 veces mayor a que lo padezca una persona de más de 35 años. Esta probabilidad va descendiendo entre los jóvenes según el conductor va cumpliendo años. A los 35 años, las diferencias son ya relativamente pequeñas (un tercio).
Si las técnicas actuariales calculan la prima teniendo en cuenta el número de siniestros, esto, amigos, explica por qué tu póliza si eres un L(ooser) te sale más cara: porque la probabilidad de que te la pegues con el coche es mayor.