El Producto Interior Bruto (PIB) es un indicador económico utilizado mundialmente pero incompleto, ya que no refleja nuestro compromiso con el medio ambiente y el bienestar social.
La huella ecológica nace para poder diseñar políticas equilibradas que reflejen dicho compromiso. Es un indicador de sostenibilidad a nivel mundial, o en otros términos, un concepto estadístico que nos permite medir el impacto de nuestro consumo y estilo de vida sobre el planeta.
William Rees y Mathis Wackernagel, interpretan el concepto como el total de superficie ecológicamente productiva (cultivos, pastos, bosques o ecosistema acuático) necesaria para producir los recursos consumidos por un ciudadano medio de una determinada comunidad humana, como la necesaria para absorber los residuos que genera, independientemente de la localización de estas superficies.
El impacto de la actividad humana en la Tierra es significativo y visible con el avance de la ciencia y de las tecnologías que afecta a numerosos cambios en la esfera económica, tecnológica, social, industrial y de la cultura del medio ambiente, traduciéndose en un agotamiento de los recursos naturales. La huella ecológica tiene como objetivo, evaluar el impacto sobre la Tierra de un determinado modelo o forma de vida, y, consecuentemente, su grado de sostenibilidad.