Durante décadas, el progreso en seguridad vial ha salvado millones de vidas. El cinturón, el ABS, los airbags, los frenos automáticos... Todo ha contribuido a reducir los accidentes. Pero hoy nos enfrentamos a una nueva pregunta: con tanto asistente al volante, ¿nos estamos volviendo conductores más seguros… o más distraídos?
Nos parece magnífico conducir un coche que frena solo, que nos avisa si nos salimos del carril o que mantiene la distancia con el coche de delante, pero ¿no puede pasar que nos confiemos tanto que bajemos a guardia pensando en que el coche lo hará todo por sí solo?
La tecnología salva vidas… si estamos despiertos
Los asistentes a la conducción (conocidos como ADAS, por sus siglas en inglés) están diseñados para evitar errores humanos. Y lo consiguen. El frenado automático ha reducido atropellos, los sensores de ángulo muerto han evitado miles de choques en carretera y el control de crucero adaptativo reduce el estrés en viajes largos.
Pero la otra cara de la moneda es que esa misma confianza puede relajar en exceso la atención del conductor. Un estudio del Insurance Institute for Highway Safety (IIHS) de EE. UU. demostró que los usuarios de coches con asistentes activos tienden a mirar menos la carretera y a distraerse más que los que conducen vehículos tradicionales.
Otro estudio de la Universidad de Stanford encontró que, tras unos minutos de conducción con asistencia activa, muchos conductores reducían sus tiempos de reacción y su nivel de vigilancia. No se dormían… pero se desconectaban.
El problema no es la tecnología, somos nosotros
El error no está en el coche, sino en cómo lo usamos. Muchos conductores no conocen bien qué pueden, y qué no pueden hacer estos sistemas. Por ejemplo, algunos creen que su coche frenará por completo en cualquier situación… cuando en realidad, el sistema solo reduce la velocidad o funciona a partir de ciertos rangos.
Otros dejan de mirar el retrovisor porque ya me avisa el coche, o confían en que el asistente de mantenimiento de carril los mantendrá dentro, aunque las líneas estén mal pintadas o la carretera esté mojada.
Este fenómeno tiene un nombre: automatización pasiva. Es cuando dejamos que una máquina actúe por nosotros… y poco a poco perdemos la costumbre de estar atentos, de calcular, de anticipar…
Cuando lo fácil se vuelve peligroso
Imagina esta escena: vas en una autovía, el coche mantiene la distancia y el carril. Tú aprovechas para ajustar la radio, leer el mensaje del móvil o simplemente dejas de prestar atención unos segundos más de lo normal. De repente, el coche de delante frena bruscamente. Tú confías en que el tuyo reaccionará.
Pero el sistema tarda unas décimas de segundo. Y tú, distraído, tardas más en reaccionar. El golpe ya es inevitable.
Esto no es una exageración. En un informe de 2022, varios accidentes en EE. UU. implicaron vehículos equipados con sistemas de asistencia avanzada. Las investigaciones revelaron que muchos conductores no tocaban el volante en el momento del impacto… y ni siquiera sabían que el sistema tenía límites.
¿Conduces tú, o simplemente estás ahí?
La diferencia puede parecer sutil, pero es fundamental. Antes, el conductor era el centro del control. Ahora, muchos sienten que el coche lo hace todo solo. Esto genera un problema nuevo: la conducción pasiva.
La pasividad no es solo peligrosa, sino también contraproducente. Porque incluso los mejores sistemas tienen limitaciones: no detectan absolutamente todos los obstáculos, se confunden en condiciones climáticas adversas o simplemente fallan por un error puntual. Y si tú no estás atento, el margen para evitar un accidente desaparece.
Además, cuanto menos practicas una habilidad, más torpe te vuelves. Como ocurre con el aparcamiento: muchos conductores que usan asistencia automática ya no se sienten cómodos aparcando sin ayuda. Y si un día el sistema falla, no saben reaccionar.
Cómo usar los asistentes… sin perder tus reflejos
No se trata de renunciar a la tecnología, sino de usarla bien. Aquí van algunos consejos prácticos:
- Conoce tu coche: lee el manual y entiende bien qué hace (y qué no) cada sistema. No todos frenan igual ni funcionan a cualquier velocidad.
- Mantente en modo activo: aunque el coche mantenga la distancia, sigue observando y anticipando. No bajes la guardia.
- No delegues tu seguridad: los asistentes son apoyo, no sustitutos. La responsabilidad sigue siendo tuya.
- Repasa tus hábitos: ¿sigues mirando los retrovisores? ¿calculando distancias? ¿o lo das todo por hecho porque “el coche ya me avisa”?
- Atento al entorno: lluvia, niebla, líneas poco visibles o sensores sucios pueden dejar fuera de juego a los asistentes.
También es útil hacer un ejercicio de atención cada cierto tiempo: mientras conduces, imagina que los asistentes fallan y tú debes actuar. ¿Dónde frenarías? ¿Cómo cambiarías de carril? Esto mantiene tus reflejos en forma y te hace el viaje menos monótono.
En resumen: tecnología, sí… pero con cabeza
La evolución tecnológica nos ha hecho más seguros, pero también más confiados. Hoy, más que nunca, conducir exige algo más que tener carné: exige estar presente. Porque al final, el mejor sistema de seguridad sigue siendo un conductor atento, informado y con criterio. Tu coche puede ayudarte y, si algo falla, un buen seguro de coche puede protegerte frente a las consecuencias económicas de un accidente. Pero la responsabilidad de conducir sigue siendo tuya. Por eso, complementar tu protección con un buen seguro de coche, hará que disfrutes del placer de conducir.
Para más información.
¿Son obligatorias las ayudas a la conducción (ADAS)?
Proyecto VIDAS (Seguridad VIAL & ADAS)
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