Llenar el depósito es uno de los gestos más rutinarios —y más dolorosos para el bolsillo— de cualquier conductor. Con la subida constante de los precios de la gasolina y el diésel, no es raro que muchos miren con buenos ojos las estaciones de servicio low cost, donde la diferencia por litro puede ser de 10 a 20 céntimos. La pregunta es inevitable: ¿de verdad merece la pena pagar más en una gasolinera de marca reconocida? ¿O todo se reduce a marketing y fachada?
Vamos a desmenuzarlo: diferencias en la calidad del combustible, efectos en el motor, consumo, y lo que realmente importa: el coste real a largo plazo.
En Europa, toda la gasolina y el diésel deben cumplir unos estándares comunes marcados por la normativa EN 228 (gasolina) y EN 590 (diésel). Eso significa que la base del combustible que llega a cualquier gasolinera sea low cost o premium, es exactamente la misma. Se produce en las mismas refinerías y se distribuye a los puntos de venta sin distinciones iniciales.
Entonces, ¿dónde está la diferencia? En los aditivos. Las grandes marcas suelen añadir paquetes de detergentes, lubricantes y mejoradores de combustión propios que prometen beneficios como mantener limpio el sistema de inyección o reducir depósitos en las válvulas. En cambio, las estaciones low cost suelen trabajar con la formulación básica, cumpliendo la ley, pero sin “extra de vitaminas”.
La teoría es que esos aditivos prolongan la vida útil de ciertos componentes y mantienen un rendimiento más constante. Pero no esperes milagros:
En motores modernos, con sistemas de inyección precisos y filtros, el efecto es más preventivo que inmediato. Conducir con combustible sin aditivos no estropeará tu coche de un día para otro.
Con el tiempo, sí pueden acumularse pequeños residuos que, en algunos casos, obliguen a limpiar inyectores o a pasar por el taller antes de lo esperado.
En coches antiguos o con mucho kilometraje, usar carburantes con aditivos puede marcar una diferencia más notable, porque ayudan a contrarrestar el desgaste natural del sistema de alimentación.
En resumen: no usar combustible premium no rompe tu motor, pero a la larga puede implicar un poco más de mantenimiento.
Aquí entramos en terreno resbaladizo. Algunas marcas anuncian que sus gasolinas “extra” permiten ahorrar hasta un 2-3% en consumo gracias a una combustión más eficiente. En la práctica, la mayoría de las pruebas independientes encuentran que la diferencia es mínima y difícil de medir en condiciones reales. Factores como la presión de los neumáticos, el tipo de conducción o incluso el viento influyen más en el consumo que el tipo de combustible.
Eso sí, si tu coche es de alta gama o con motores de altas prestaciones, es más probable que notes diferencias de respuesta usando gasolina premium (98 octanos frente a 95, por ejemplo). En un utilitario corriente, la ganancia suele ser casi imperceptible.
Muchas de estas estaciones son automáticas, sin personal y con menos servicios extra (tiendas, túneles de lavado…). Esa reducción de costes explica el precio más bajo, no una supuesta peor calidad del combustible.
Donde sí hay que estar atento es al mantenimiento de los depósitos. Una estación que no limpia adecuadamente sus tanques o no cuida los filtros puede acumular agua o impurezas, lo que sí afectaría a tu coche. No es una cuestión de low cost vs premium, sino de cómo gestiona cada gasolinera su infraestructura. Por eso, la clave es repostar siempre en sitios de confianza, aunque sean baratos.
Vamos a hacer números. Imagina un conductor que recorre 15.000 km al año con un coche que consume 6 litros a los 100 km. Eso son 900 litros anuales. Si la diferencia de precio es de 15 céntimos por litro:
En una low cost gastaría unos 1.350 € al año.
En una gasolinera de marca, unos 1.485 €.
Son 135 € de diferencia anual. Para muchos, más que suficiente para decantarse por la opción barata. El posible ahorro en mantenimiento (por los aditivos) es más incierto, depende del coche y de su uso.
La respuesta corta:
Si tienes un coche normal, haces trayectos diarios y cuidas el mantenimiento básico, el combustible low cost es perfectamente válido.
Si conduces un coche potente, con motor sensible, o haces viajes largos y exigentes, apostar de vez en cuando por combustibles con aditivos puede ser buena idea.
La mejor estrategia intermedia: alternar. Usar habitualmente low cost y, cada cierto tiempo, repostar en una estación premium para aprovechar los aditivos de limpieza.
La diferencia entre combustibles no está en la base, sino en los aditivos. A corto plazo, tu bolsillo agradecerá las estaciones low cost sin que tu coche sufra. A largo plazo, las marcas reconocidas ofrecen un plus de limpieza y prevención que puede evitar algún disgusto mecánico.
Lo importante no es tanto dónde repostes, sino mantener tu coche al día, revisar filtros y elegir siempre gasolineras de confianza. Porque, al final, lo que de verdad daña un motor no es el combustible barato… sino el mal mantenimiento.
Al margen del combustible que elijas, lo que sí marca la diferencia es contar con un seguro de coche adecuado. Igual que cuidas dónde repostar para proteger tu motor y tu bolsillo, un buen seguro de coche te respalda ante imprevistos en carretera: desde una avería hasta un accidente. Al final, lo barato puede salir caro si no tienes la cobertura correcta.
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