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Amigos, para siempre

Escrito por MMT Seguros | 11 / octubre / 2017

 

Leandro F., taxista ya jubilado, nos contó la siguiente historia que le ocurrió en los años setenta.

Mi hijo iba a un buen colegio gracias a una beca que había conseguido por sus estudios. Era muy tímido y le costaba hacer amigos, lo que aprovechaban algunos para gastarle bromas pesadas contínuamente, acciones que él nunca me contaba. Es lo que ahora se llama bulling o acoso escolar.
Un día que fui a recogerle, –cosa que no solía hacer, pero que aquel día me pilló de paso-. El padre de un compañero suyo, me alertó que mi hijo era objeto de burlas por parte de algunos, y particularmente de uno, un chico fuerte, con gran fama de protagonista.
Lo traté muy discretamente en el colegio con el director, indicándome éste desconocer lo que le estaba contando, pero que pondrían toda la atención para tomar las medidas necesarias en caso de ser cierto.
Cuando me enteré de que quien era el padre, persona que conocía solo de lejos, y que vivía muy próximo al colegio, me acerqué a verle un sábado que yo libraba convencido de que tendría mayor efecto si habláramos personalmente, para explicarle en primera persona lo que estaba ocurriendo en el colegio. No podía esperar a que me dijeran algo en el colegio, y pensé que de esta forma sería más fácil y rápido intentar dar solución a esta situación cuanto antes.
En la puerta de la vivienda había una parada de taxis, casualmente varios compañeros que yo conocía estaban de servicio, lo que me vino de perlas, al menos para desahogarme antes, contándoles lo sucedido, situación que se me antojaba complicada y emocionalmente difícil. Aunque no estaba de servicio dejé el coche aparcado al final de la parada de taxis durante el rato que duraba mi visita.

En el mismo momento que iba a llamar al telefonillo, se abrió la puerta de la calle y apareció este señor con su hijo Me dirigí hacia él, solicitándole unos minutos. Subimos a su casa y le puse al día de todo aquello que yo sabía, y que con toda seguridad sería muy poco en cuanto a la actitud y comportamiento de su hijo hacia el mío.
En un principio, su defensa fue negarlo todo, ya que su hijo para él era un niño perfecto incapaz de hacer alguna maldad, pero a medida que iba hablando su discurso fue cambiando y acabó diciendo que, bueno que algo de verdad podría tener, reconociendo que en el fondo su chico es de carácter muy fuerte y dominante.
No quería hablar más sobre el tema, y me dijo por favor, que ya habíamos terminado, que muchas gracias, y que hablaría sobre ello con su hijo, que tenían mucha prisa y se les hacía muy tarde, pues tenía que llevar a su hijo al circo. Entendí que no querría escuchar más cosas negativas sobre su hijo.
A los pocos minutos cuando ya me estaba despidiendo de un compañero salieron padre e hijo a la calle, entiendo que después de hablar un rato sobre todo lo que le había contado.
El hombre con una actitud altiva levantó la mano a un taxi que se acercaba, paró un momento por cortesía, y el padre le dijo:
- Por favor, llévenos al circo Price y rápidamente que llegamos muy tarde.
El taxista le respondió:
- Lo siento caballero, he parada un momento para decirle que aquella otra persona que se encuentra allí ha solicitado antes el servicio. Y reinició la marcha.


El hombre, angustiado, observó que había un taxi aparcado al final de la parada de taxis, pero sin conductor. Y exclamó alterado.
- ¿Y ese taxi?¿Y el conductor? - Soy yo respondí, es mi taxi.
Se quedó cortado y me rogó que le llevara al circo Price.
- Bueno, yo le llevaría… pero es que hoy libro.
Viendo lo que estaba sucediendo, la hora que era y como se estaba poniendo su padre entre unas cosas y otras, su hijo arrancó a hablar y dijo algo que me enterneció:
- Si nos lleva al circo le prometo que nunca más volveré a molestar a su hiijo.
Y digo que me enterneció porque además de reconocerlo delante de su padre, sentí que lo había dicho con total honestidad y sinceridad.

- ¿Me puedo fiar de tu palabra? A lo mejor lo estás diciendo para que os lleve y el lunes seguirás con tus burlas.
Y en esto, el padre intervino.
- Ha dado su palabra. Si vuelve a meterse con su hijo, me lo dice y entonces tendré que tomar medidas. Se puede ser un poco gamberro, pero no faltar a la palabra dada. Se volvió a su hijo y le dijo:
- Has dado tu palabra. No puedes faltar a ella.
El chico asintió ,y entonces les dije:
- Ahora si quieren les llevo, claro desinteresadamente.
Durante el trayecto, la conversación que mantuvimos estuvo llenas de palabras de perdón y disculpas por parte del chico.
Al final llegamos a tiempo, justo con la función a punto de comenzar.
Ni que decir tiene, que mi hijo en lo sucesivo nunca más le volvieron a moestar ni incordiar en el colegio. Es más, emepezaron a mantener poco a poco cierta amistad mientras estuvieron en el colegio. Con el paso de los años por circustancias de la propia vida, sus caminos fueron muy ligados en el mundo profesional y hoy por hoy los dos son dos grandes amigos.
Además, todos los años cuando pueden van al circo con sus familias.