En España no pasan ni dos minutos sin que alguien intente defraudar a una aseguradora. En 2016, de hecho, hubo todavía más fraudes al seguro que en el año anterior aunque, eso sí, eran por un importe menor. Las aseguradoras dedican grandes esfuerzos a combatirlos y por eso ICEA (Investigación Cooperativa de Entidades Aseguradoras), reconoce esta labor en el Concurso sectorial de detección de fraudes, que este año llega a su XXIII edición. El certamen reconoce las labores de investigación en tres categorías de seguros: automóvil, diversos y personales. Estos son los sorprendentes casos que han conseguido los primeros premios.
Twitter se chivó y la indemnización bajó
El primer premio en la categoría de automóviles tuvo a tres protagonistas clave: la asegurada, los médicos que la trataron y las redes sociales. Un grupo de cuatro amigos viajaba en un coche. El chico quiso impresionar al volante a las tres chicas que le acompañan y condujo de manera temeraria, de forma que el turismo colisionó y todos resultaron lesionados. La novia del conductor es que resultó herida de más gravedad, con traumatismo craneoencefálico severo, pasando varios días en coma.
Las redes sociales actúan de detectives
Al despertar, sus habilidades cognitivas habían quedado afectadas: presentaba un coeficiente intelectual límite, con dificultades importantes para la comunicación, sin sabe manejar el dinero, ni ubicar el tiempo, etc. Todos los médicos que valoran el caso pronostican una futura dependencia aunque consideraban que podría mejorar. Sin embargo, la joven no mejoraba nada y, en una revisión a solas, uno de los médicos notó cambios en su actitud, de hecho, respondía diferente a cuando iba a la visita acompañada. En solitario, reconocía que ir sola a veces a rehabilitación, utilizaba el transporte público… ¿Cómo averiguaron cuándo decía la verdad? Las redes sociales dieron el chivatazo. La compañía pudo ver en el ellas cómo la chica hacía vida normal: tenía tenía nuevo novio, quedaba con amigos, publicaba fotos, utilizaba dobles sentidos en el lenguaje… Así que la indemnización de 1 millón de euros que pedía, se quedó en 230.000 euros. Las consecuencias del accidente existían pero no eran tan graves.
La caligrafía mató al gato
En la categoría de seguros diversos, el primer premio ha sido para una compañía que consiguió desenmascarar una firma fraudulenta. La entidad recibió una reclamación por el derrumbe de un muro de una vivienda de la provincia de Las Palmas, que se había venido abajo a causa de la lluvia. La compañía rechazó cubrir el accidente ya que consideraba que el muro no había caído por la lluvia sino por un defecto de construcción. El asegurado, sin embargo, envió un informe pericial y un nombramiento de perito conforme al artículo 38 de la Ley de Contrato de Seguro.
Al investigar el documento, la compañía identificó la misma firma del asegurado en otra designación reciente de perito pero en este caso, el perito era para un siniestro de otro ramo que no tenia nada que ver con diversos y en una póliza de otra persona. La comprobación permitió certificar que la firma del pertio que acompañaba la documentación era falsa en ambos casos, además, se demostró una relación directa entre las tres figuras, el perito, la persona que firma la designación con grandes conocimientos sobre seguros y el asegurado. Al final, el mismo asegurado renunció a los más de 150.000 euros que reclamaba.
No estaba muerto, estaba de parranda
No imaginaba Peret que la historia del muerto muy vivo que estaba tomando cañas la veían las aseguradoras más de una y dos veces. Eso fue lo que le pasó a una aseguradora, que al destapar el fraude del muerto viviente, ha conseguido el primer premio en la categoría de seguros personales. El protagonista es un joven treintañero que contrajo una póliza de vida con un capital de 150.000 euros en caso de muerte, que recibiría su padre si se diera el caso. Y se dio. Seis meses después, el asegurado falleció en Colombia. El tramitador del caso solicitó la documentación oportuna para la gestión del expediente y la familia aportó todo mediante fotocopias autenticadas por notarios colombianos, por el consulado español y por un notario español. Demasiado rápido para ser verdad, pensó el tramitador, sobre todo porque algunos de los documentos reclamados no son los habituales y porque todos ellos venían debidamente certificados. La compañía contrató a un gabinete de detectives que rastreó el origen de la documentación y comprobó que era más falsa que los billetes del Monopoly. El padre del fallecido perdió una indemnización pero ganó a un hijo… porque resultó que estaba muy vivo.